POR GUILLERMO CARMONA RODRÍGUEZ
Con el celular enfoco los adelantados del desfile en conmemoración de la Operación Tributo. Cuando desvío la mirada un poco, noto a un anciano recostado a un muro del que cuelga una bandera de Cuba.
Dirijo el lente hacia su dirección y él, al notarlo, posa para la fotografía. Enfila una sonrisa y levanta la mano como si saludara. Curioso por esa muestra de entusiasmo voy hasta donde está el señor. Él se presenta como Nicomedes Betancourt Rodríguez.
– ¿Por qué la bandera? -había algo en su rostro añejo y feliz, que me impulsó a realizar esa pregunta trampa. Quizás fuera un poco de aire acumulado en las mejillas como quien aguarda para pronunciar una hermosa historia o tiene muchas, pero muchas ganas, de que lo escuchen.
– Este es un día muy sagrado.- se le infla un poquito más el rostro- y esta- señala hacia la bandera que ondea perezosa- es nuestra insignia nacional y por ella moriremos todos.
Una sospecha me viene a la mente y me apresuro a soltarla.
– ¿Fue usted combatiente?
– Playa Girón, Escambray -solo dice nombre de lugares, porque sabe que es suficiente para que lo entienda alto y claro.- Yo soy y seré Patria o Muerte.- se justifica.
En ese minuto ya la marcha me alcanzaba y amenazaba con sobrepasarme; así que me despedí y continúe calle abajo. Algo me bullía por dentro. Creo que se me pegó la convicción y el orgullo de Nicomedes.