POR ADRIALIS ROSARIO ZAPATA; ROXANA VALDÉS ISASI Y CARLOS MANUEL BERNAL LÓPEZ, ESTUDIANTES DE PERIODISMO
Con las fotos guardadas en un amarillento álbum, Aneisi Oquendo, de Los Arabos, recuerda con candidez monocromática su casamiento, hace ya 30 años. De ese momento inolvidable vuelven a su mente instantes y lugares maravillosos, como el Palacio de los
Matrimonios donde dijo sí al amor, sitio que, por ese en tonces, mostraba sus mejores galas al emerger como un espacio solo reservado para un motivo tan especial.
Pero el paso del tiempo, inexorable, coloca sobre sus similares en la provincia un velo de dejadez, tan impactante para algunas parejas que, incluso, deciden apostar por otras vías, a pesar de los altos precios y las dificultades económicas.

En las salas coexisten adornos propios de la ocasión y papeles, archivos y materiales de oficina
DE GALA Y AJUAR
Según explica Heidy Fernández Martínez de Valdivielso, jefa del Departamento de Registros Civiles de la Dirección Provincial de Justicia, los palacios matrimoniales se
establecieron en 1986 con el objetivo de celebrar las nupcias en un ambiente propicio y evocador, y durante mucho tiempo fueron la forma preferida de quienes comprometían sus vidas.
«Antes, los recién casados, corrían en puntillas por todas partes. Era un verdadero suceso ver a la novia bajar del carro acompañada del padre y caminar hacia los brazos del futuro esposo, vestida de encaje y llevando el ramo de flores en su mano. Los espejos, la escalera, las jardineras y la fuente del patio, la cama matrimonial, los anchos sofás y
el piso que rechinaba de limpio, eran testigos de una magia que hoy se ha perdido», asegura con brillo en sus ojos Aneisi Oquendo.
«Los meses de más afluencia eran febrero, junio, diciembre y en las vacaciones; y hasta venían de traje y corbata desde otros municipios lejanos junto a la familia. La ceremonia era el sueño de casi todos, pero hoy muchos prefieren solo firmar y dejan esas tradiciones para espacios más privados», explica por su parte María de los Milagros
Gardilla Marín, registradora principal de la institución en la cabecera provincial.
Y aunque factores sociales, culturales y económicos influyen en esta decisión, lo cierto es que la mayoría de esos centros no cuenta en la actualidad con las condiciones para el
acto solemne y festivo.

En Unión de Reyes
SOMBRAS DE BODA
Adriana Álvarez Suárez contrajo matrimonio el pasado junio tras varios años de compromiso. Buscaba formalizar su relación y cumplir sus sueños, y los de su hija, pero no todo fue lo que esperaba al asistir al palacio matancero.
«Había escuchado las historias, pero nunca esperé que fueran tan reales: pedazos de paredes expuestas y sin pintura. Además, la ceremonia la realizamos en una oficina
hacinada, sin privacidad, pues junto a la mesa había compañeras trabajando en una computadora y ni hablar de las fotos. La verdad me casé porque ya estábamos ahí y llevábamos varios meses planeándolo, pero lo cierto es que al verlo quise irme», recuerda algo molesta.
En otras salas matrimoniales la situación no es tan diferente, por ejemplo, el municipio de Los Arabos cuenta con un lugar destinado a tales efectos, mas, sus condiciones
no son las idóneas, pues las paredes descascaradas por la añeja pintura, la escasa iluminación y el deterioro constructivo del inmueble atentan contra la celebración de dichos actos, a pesar de contar con grandes espejos y ventanales, mesas de maderas preciosas, columnas y escaleras de mármol, un amplio pasillo que simula una pasarela y una fuente en el patio de la otrora casa colonial.
Según explican Yordalys Cabrera Zúñiga y Dianelys Coz Samá, registradoras principales de las salas de Calimete y Unión de Reyes respectivamente, en ambos casos no se cumplen todos los requerimientos, por lo que muchos prefieren casarse en sus casas o alquilar un local.
FOTO PANORÁMICA
La provincia cuenta con tres Palacios de los Matrimonios, ubicados en Matanzas, Cárdenas y Jovellanos, los cuales registraron 106 nupcias solo en febrero. También existen salas matrimoniales en los registros cabeceras de los municipios donde se puede hacer la ceremonia si es el deseo de los novios, con menor afluencia de población.
«En muchas de estas predomina la falta de pintura, el deterioro de los locales y los muebles, aunque en la medida de lo posible se van incorporando en el plan de la economía para su reparación y mantenimiento, como es el caso de Perico, próximo a terminar, y Calimete, donde se acomete una reparación casi capital», asegura Martínez de Valdivielso mientras destaca el trabajo de las entidades en Cárdenas y Jovellanos.
«Aunque hay menos bodas, realizamos unas 40 mensuales como promedio, con picos en marzo y febrero, y para eso contamos con un recibidor, la pasarela con su alfombra, espejos grandes, adornos, cuartos y otros requerimientos que nos permiten atender tanto a ceremonias de última hora como a las programadas con la solemnidad y decoro que lleva tal acontecimiento», confirma Raiza del Sol Valido, registradora de
Cárdenas.

En Matanzas
MATANZAS, PUNTO Y APARTE
«Una de las situaciones más complejas y visibles resulta, sin dudas, la de Matanzas, donde a condiciones objetivas de falta de mantenimiento se suma el hecho de que actualmente acoge a los Registros Civil y de la Propiedad por una situación puntual en el territorio, en la que trabajamos para su pronta solución, aunque no es un tema sencillo», comenta Heidy.
Según explicó en su momento Joan Miguel Matías Ballesteros, director provincial de Justicia, se trató de una decisión necesaria del Consejo de la Administración Provincial y aún no se pueden reubicar definitivamente las unidades de servicios del Registro Civil y de la Propiedad por las condiciones necesarias para su funcionamiento.
Para Barbra Elizabeth Sánchez Godínez, la experiencia resultó un tanto singular, pues de forma precavida asistió al acto con un vestido más corto que los tradicionales, ya que le habían advertido que por el reducido espacio era imposible pasar con un traje de cola.
«Mientras tanto, aquí atendemos en una sala donde se ubican la mesa matrimonial, algunos muebles, adornos y los documentos necesarios para la ceremonia, pero en el
salón están los archivos del Registro Civil, en el recibidor se atiende a la población», recuerda Gardilla Marín.
«Estas condiciones nos limitan, ya no se pueden hacer bodas nocturnas, ni emplear todos los servicios con los que debemos contar, pero las personas siguen viniendo, más de 600 al año, y nosotros dándoles la mejor atención dentro de las posibilidades y de acuerdo con la ley.
«Incluso, hemos llegado a celebrar algunas bodas en el patio cuando, por ejemplo, comparecieron dos jóvenes con discapacidad motora y no podíamos llevarlos
hasta la sala. En su lugar, nos movimos hasta el jardín y ahí hicimos la ceremonia, y ellos quedaron muy felices», refiere la registradora.
Pero conversando con algunas parejas estos hechos resultan los menos, pues cada vez este momento especial se ve banalizado por las exigencias de la vida y nuevas formas de ver el matrimonio.
«En la actualidad hay quienes asisten solo a firmar y hacen la boda en otro lugar para evitarse estar moviendo a los invitados de un sitio a otro y los hay que vienen con
el uniforme de trabajo, solo a formalizar su unión. En cierta medida se ha perdido esa magia del palacio, de los velos y flores», expresa con nostalgia la registradora.
No se trata solo de un caso particular de Matanzas, pues a nivel internacional existe una tendencia hacia la unión libre, apartándose del matrimonio y concibiéndolo como el resultado de varios años de convivencia, materializado debido a alguna presión
paterna o social, o ante la llegada de un bebé.
Para algunos se trata de una consecuencia y no un punto de partida, incluso, desconociendo las ventajas que una unión legal trae para ambos cónyuges, y a la
que se le imprimen nuevas costumbres cada vez más vinculadas con las nuevas tecnologías y foráneas.
Y aunque se puede asegurar que ni el amor ni sus tradiciones han muerto, se hace necesario rescatar la mística de las bodas en los palacios y salas matrimoniales, para que este momento deje de ser un acto de buró y retome el brillo de la felicidad.