POR ROBERTO JESÚS HERNÁNDEZ (ACN)
Parecía algo demasiado lejano, demasiado ajeno a nuestra realidad para afectarnos, como sucedió con tantos otros males que a su tiempo también terminaron alcanzándonos.
En el resto del mundo ya le llaman “turismo de desgracias” a la reacción cada vez más frecuente de tomar fotografías o vídeos durante un accidente de tránsito o cualquier suceso con pinta de tragedia.
Con frecuencia el impulso de dejar constancia en imágenes se vuelve más importante que ponerse a salvo o auxiliar a los demás, y en ocasiones interfiere con el trabajo de los rescatistas y la policía.
También podríamos llamarles buitres con celulares pero ojo, porque algunos psicoterapeutas advierten que no siempre se trata de gente atraída por el morbo, pues filmar el hecho trágico (sea uno partícipe o no) puede ser un truco para darle sentido en nuestra mente, una manera de lidiar con el shock, un modernísimo mecanismo de defensa.
¿Entonces está bien o está mal? ¿En Cuba debemos prestar atención a las alarmas o hacer la vista gorda? ¿Es morbo o anestesia emocional? ¿La tecnología es la culpable? ¿Dónde encontrar respuestas?
Personalmente me opongo a echarle la culpa a los teléfonos inteligentes u otros dispositivos (conectados o no a Internet) porque sería el equivalente a negar la responsabilidad de sus usuarios. Entendámonos: el celular no tiene libre albedrío, no decide ponerse a tomar fotos ni en una fiesta de cumpleaños ni en un choque automovilístico. La solución no puede ser “botar el sofá”.
Dos ejemplos en cubanos: el avión siniestrado un año atrás donde perecieron más de un centenar de personas, y el accidente automovilístico en el malecón habanero en mayo último -que también cobró víctimas- ofrecen lecciones claras.
En ambos casos hubo personas que, ya fuera para procesarlo mejor o para dejar constancia o como trofeo malsano, captaron las escenas dantescas incluso de los cadáveres y los heridos. Todavía puede uno encontrárselas en las redes sociales, donde se volvieron virales en su momento. El estómago de quien escribe no resistió lo suficiente para verlas todas.
Es como si el mundo mediatizado en que vivimos nos hiciera tomar distancia de lo real, como si nos impulsara a vivir a través de la cámara para darle sentido a todo.
¿Qué clase de sociedad seríamos si no hiciéramos todo lo posible por ponerle freno a esto, por formar ciudadanos que prefieran acabar con el sufrimiento ajeno en lugar de documentarlo y transmitirlo online como si se tratara de un reality show?
Creo que ya es hora de provocar un debate franco sobre el tema, de apreciarlo en toda su complejidad, desde la pedagogía, la psicología, el derecho…y en cualquier espacio. El que calla otorga.
Nuestra tv nacional, que a veces parece saturada de spots de bien público en la cuerda de “Lávese las manos”, “Usa condón”, “Cuidemos nuestro entorno”, “La diversidad es natural”, “Di no a las drogas” y otros por el estilo, hace mutis sobre este problema no tan nuevo.
Tal parece que lo vemos como algo temporal, una cosa pasajera como la moda fea, un mal hábito que acabará por extinguirse solo. Al fin y al cabo ¿quién necesita otro problema en nuestra larga lista repleta de cosas muy urgentes?
En otras latitudes también lo creyeron así y se equivocaron. Este mismo año un pasajero ruso tuvo la sangre fría para ponerse a filmar mientras el avión en que viajaba se quemaba en pleno vuelo.
Se ha vuelto viral un indignado policía de Alemania (en ese país está prohibido grabar a las víctimas de un percance y se imponen multas a los infractores) por abochornar a los curiosos que filmaban accidentes de carretera mediante cámaras instaladas en sus automóviles.
La Cruz Roja en Holanda ha lanzado una campaña que encuentra eco en el resto del mundo. Bajo el lema “No filmes, ayuda” se trata de concientizar a las personas, reeducarlas con la esperanza de que adopten una actitud más adecuada ante un accidente, un atentado, cualquier tragedia.
Contra el llamado “turismo de desgracias” se puede y se debe librar una guerra total, en la que se vale todo esfuerzo en función de formar ciudadanos más solidarios, más sensibles al sufrimiento ajeno, con responsables en el uso de la tecnología. Pero aún cuando la educación nos falle tendremos que estar listos para actuar con rigor contra cualquiera que, en esta Isla defensora del altruismo, deje de prestar auxilio a las víctimas de un hecho trágico para grabarlos como un macabro souvenir.