Delfinario de Varadero: Otro mejor amigo del hombre (+ Fotos)

POR LORENA ACOSTA DÍAZ, ESTUDIANTE DE PERIODISMO, Y ANET MARTÍNEZ SUÁREZ.

FOTOS: ROBERTO JESÚS HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ

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Apenas Carlos se asoma a la laguna y comienzan a seguirlo con una rapidez increíble, como si se tratara de una competencia para ver quién es el primero en saludarlo. Basta con sonar el silbato y ya responden en su idioma, un lenguaje de chasquidos y silbidos que reclaman un buen pescado o jugar de inmediato, algo que el experimentado entrenador conoce casi a la perfección.

Entre el remolino de delfines busca a Yunior, el macho alfa del grupo, «debe estar con alguna jevita por ahí, ese animalito no es fácil aunque está viejito las quiere a todas para él», bromea Carlos. Los reconoce sin titubear y los presenta a la prensa: Lili, Yili y Carla, las estrellas del show, luego viene Rosy junto a su cría y Roby, Cindy, Cristina….

Después como parte del protocolo lanza varios trozos de pescado, no puede faltar ningún amigo por obtener su recompensa y cuando termina de alimentarlos uno a uno, al fin aparece Yunior, el más longevo del país y probablemente hasta del mundo, que sube a la superficie y sorprende por su tamaño que sobrepasa los 3 metros de largo y su buen estado de salud.

Faltan unos minutos para el espectáculo en el Delfinario de Varadero, el más antiguo de su tipo en el país. Las gradas están repletas de cubanos, quienes perciben a lo lejos la química lograda entre seres humanos y mamíferos marinos para llevar un buen show al público y contribuir a la conservación de la especie.

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Yunior es el delfín más longevo del país y probablemente hasta del mundo con 56 años de edad

APRENDER DE LA FAMILIA

Con la pareja de cetáceos Yunior (56 años) y Cristina (48 años) comenzó a crecer en la laguna natural de Varadero una gran familia, que hoy cuenta con 14 ejemplares de la especie nariz de botella (Tursiops truncatus), la más común y conocida del mundo.

El sitio recreativo figura entre los pocos en el ámbito internacional que logra delfines F2, segunda generación nacida en cautiverio y posee la mayor reproducción del país.

«Tenemos a Rosy estrenándose como mamá», comenta la médico veterinaria Claudia Lima Pérez. Detalla que la pequeña de un mes es la primera hija de una hembra de ocho años, también nacida en el centro, otro punto a favor del programa de reproducción porque por lo general las hembras no logran las crías en su primer parto.

«El grupo social se encuentra bien equilibrado, algo importante en este tipo de animales en cautiverio, esto posibilita que se relacionen mejor entre ellos y exista poco estrés, no se enferman con frecuencia y las crías son muy saludables», explica la joven.

El grupo utiliza la ecolocalización, técnica similar a los principios de un radar para encontrar alimentos y orientarse en el nado, pueden hacer un silbido único que los ayuda a reconocerse unos a otros; pero la familia también funciona como una escuela.

«Desde que nacen, aprenden de las madres y cooperan entre sí, por ejemplo, Cristina ayuda a las primerizas como Rosy al estar pendiente de la bebé y cuando van a comer, otro cuida la cría. Yunior participa en la protección de la descendencia y mantiene el orden, pone en su lugar a aquellos machitos nuevos que molesten. En el agua se preocupan por que los demás también coman», agrega.

GANARSE LA CONFIANZA DE UN DELFÍN

El delfín es uno de los animales más simpáticos y sociables del mundo, quizá por eso se considera uno de los mamíferos marinos más interesantes del Caribe. Sin embargo más allá de su capacidad de comunicación, se requiere técnica adecuada y dedicación para entrenarlos en el nado con humanos y los espectáculos.

Carlos Rafael Padrón Antón, entrenador principal, lleva gran parte de su vida al lado de los delfines. Para él constituyen los animales más inteligentes y «cuando se asocian con los seres humanos son muy frescos, te tocan, rosan y hasta gritan, características que aprovechamos para lograr cualquier ejercicio».

Según el experto desde pequeños quieren interactuar con el hombre, por tanto la comunicación de las orientaciones mediante señas, sonidos y el vínculo directo en el agua, permite que se adapten a ver personas en su entorno y no exista ningún tipo de agresividad.

La confianza es recíproca y eso lo reconforta, Carlos Rafael recuerda a la delfina Lili, «tenía un bebé que nació con un problemita en el ojo y ella lo sobreprotegía, cuando me acercaba a ella marcaba distancia, pero nunca de forma hostil».

La bebé Shelly supera todas las expectativas, ven en ella a una futura estrella. «Con apenas cinco meses se acerca y se deja acariciar, da las aletas dorsales, pectorales, incluso la caudal (cola), en los adultos entrenados es difícil lograr esto porque es como si un humano dejara que le agarraran los pies».

La alimentación constituye otro de los pasos principales en aras de estrechar lazos. Al enseñarles a comer el pescado de la mano y acariciarlos, logran movimientos en varias direcciones para determinada actuación en el futuro.

El equipo de entrenamiento compuesto por nueve profesionales utiliza el método fraccionario o por partes a la hora de prepararlos para el show. Los ejercicios requieren más tiempo de comprensión porque tienen mayor nivel de complejidad.

«Todos son inteligentes con diferentes personalidades, entonces los ejercicios de combinación demuestran la habilidad de cada uno ya sea para salto, impulsar con más fuerza, nadar más rápido, realizar acrobacias… Lo más curioso de ellos es la velocidad con la que aprenden, imaginas que algo va a ser complicado y lo asimilan fácilmente, además lo disfrutan», asegura el entrenador.

Pasan los años y a Carlos Rafael no se le borra de la mente una anécdota que muestra la lealtad hacia el ser humano y el instinto de salvación por parte de los cetáceos. «En medio del show con Cristina, caigo a la laguna, sin querer ella me da un coletazo en la cabeza, y quedo aturdido bajo el agua, Cachita otra delfina nuestra me levanta en seguida y me saca a la superficie».

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El show de Yili, Lili y Carla, con la destreza de los entrenadores, cautiva al público de todas las edades

JUNTOS SHOW Y CUIDADO DE LA ESPECIE

Parece imposible que los rayos del sol puedan volverse más intensos, pero aun así los vacacionistas desafían el calor y llegan en familia a disfrutar de las propuestas del delfinario, que recibe un promedio superior a los mil visitantes en verano.

El show de Yili, Lili y Carla con la participación de los entrenadores cautiva al público de todas las edades, que responde con muchos aplausos y exclamaciones ante los bailes con aro, las piruetas en el aire, los cantos en coro, las respuestas a varias preguntas mediante acertados movimientos.

Amarilis Kindelán llega desde Santa Clara a disfrutar del principal polo turístico de sol y playa. Considera que las funciones del delfinario son una buena opción sobre todo para que la familia aprenda a valorar estos animales.

«El vínculo afectivo entre entrenador y delfines llama mucho la atención. Resulta impresionante cómo se entienden tan bien y trabajan en equipo en el agua», afirma la joven Fabiana Osorio Vega, de Matanzas, que asiste por primera vez a la instalación.

La cultura lograda con los años de experiencia en el manejo de los delfines, basada en la excelente comunicación entre entrenadores y veterinarios, garantizan la salud de los animales y la calidad en este tipo de espectáculos.

«Cuando entramos por esa puerta lo primero son los animales», dice Claudia sin titubear. La adecuada relación entre carga de trabajo y descanso, la preparación del alimento con extrema higiene, el chequeo diario de la calidad del agua (niveles de acidez, bacteriología y microbiología) y el control de la gestación de las hembras avalan los resultados.

La laguna es otro de los preciados valores, lugar seguro para los animales incluso durante huracanes y otros eventos meteorológicos severos, que incluso se convierte en centro de evacuación de delfines de otros territorios.

En el medio natural un delfín suele vivir hasta 40 años, en condiciones de cautiverio aumenta la longevidad porque existen otras facilidades para su cuidado. El delfinario de Varadero demuestra cómo hacer un buen amigo en el tiempo, serle leal y cuidarlo, y a su vez compartir esa alegría con los demás.

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