POR ELIANE TÁBOAS MERINO (TV YUMURI)
Dicen que los títeres forman parte de la raíz cultural de los pueblos. Esa máxima se ajusta muy bien a la realidad de Matanzas, una ciudad donde, a cada paso, se respira teatro. Por eso hoy vamos tras la historia de un grupo con más de cinco décadas de experiencia sobre las tablas: Teatro Papalote.
Desde su fundación, el 21 de junio de 1962, Teatro Papalote ha sabido ubicarse en la vanguardia titiritera, gracias a su renovador programa artístico, cuidada técnica y los múltiples proyectos que la institución alienta, convirtiéndola en forjadora de toda una cultura del títere en la urbe matancera.
A lo largo de su carrera artística Papalote ha llevado a la escena más de cien obras, entre cubanas y extranjeras, provenientes de la literatura clásica universal, las tradiciones populares, fundamentalmente aquellas de raíz afrocubana así como las relacionadas con los conflictos del niño.
El alma de Papalote tiene nombre: el maestro René Fernández, quien ha dedicado su faena cotidiana al arte de las tablas. En su haber atesora alrededor de 200 textos y cerca de una veintena de premios, vive convencido de los desafíos de su oficio.
Matanzas es su principal inspiración. Por eso, sus textos muchas veces recogen su visión sobre la cultura matancera y su gente, sus negros, sus mulatas y sus Orishas.
En 1994, la institución fundó el Taller Internacional de Teatro de Títeres con frecuencia bienal, y tres años después emprendió su proyecto La Calle de los Títeres que obtuvo el Premio de Cultura Comunitaria en 2005 y que se celebra el último domingo de cada mes.
En el mes de junio se efectúa la temporada anual de payasos Narices Rojas y el coloquio Papalote por Dentro. Hacia fines de año, convoca a grupos amigos en el evento Mirada al Texto.
Papalote también ha desarrollado la línea de la cartelística. A lo largo de estos diez lustros, la visualidad de sus puestas en escena se ha enriquecido con creadores como Juan Antonio Carbonell, Ramiro Ramírez, Zenén Calero, Bárbaro Joel Ortiz y Johann E. Trujillo.
Y si de diseño hablamos no se puede dejar de mencionar a Zenén Calero. A él se deben los primeros proyectos para Papalote en 1982, donde materializó los bocetos de personajes lorquianos en La zapatera prodigiosa y realizó los diseños de obras que contaron con la dramaturgia de René, entre ellas: Romance del Papalote que quería llegar a la luna y Una cucarachita llamada Martina.
Papalote ha sentado cátedra en nuestro país y ello se debe al nivel de profesionalidad de los integrantes del colectivo. Los actores dejan la piel sobre la escena lo mismo cuando manejan los títeres con un alto vuelo o al interpretar diferentes personajes en obras para espectadores de todas las edades.
El rescate de la herencia e identidad cultural, la diversidad creadora y el nacimiento de lineamientos estéticos asociados a la unificación del teatro de figuras, texto, interpretación, música, luz y ejes plásticos de la puesta en escena, le ha conferido un sello propio a Teatro Papalote para beneplácito del público infantil y la familia no solo matancera sino cubana.