POR VENTURA DE JESÚS (PERIÓDICO GRANMA)
Un pelotazo duele, y mucho, pero no por eso se tiene que acabar el mundo. Si cada vez que en un juego de pelota un lanzador propina un bolazo, por descuido o adrede, fuera razón suficiente para la riña a muerte en el terreno no valdría la pena ir a un estadio ni verlo por televisión.
Hay que decir que este fenómeno cobró vida de un tiempo a la fecha, espíritu barriobajero que no era común en nuestra pelota y fue instigado de manera irresponsable.
Hace ya unos días las redes sociales se inundaron de videos que rememoran algunas de las trifulcas más enconadas en la que se vieron involucrados equipos de las llamadas Grandes Ligas.
Simuladamente, con el propósito de restarle importancia a la injustificable reyerta ocurrida en fecha reciente entre los conjuntos de Industriales y Holguín, y que terminó con la sanción a los protagonistas del incidente.
A propósito del suceso escuchamos el criterio del slugger Lázaro Junco, el primer pelotero cubano en arribar a los 400 cuadrangulares en series nacionales y probablemente uno de los más golpeados por lanzamientos.
El recio toletero admitió que en su carrera le propinaron unos 100 pelotazos, pero que nunca se peleó con ningún lanzador.
“A mí me daban como promedio ocho o diez bolazos por campaña, algunos quizás de manera intencional, pero jamás me lo tomé como algo personal ni me fui a las manos con ningún pitcher”.
-Los bateadores viven lamentándose de que los serpentineros dan pelotazos deliberadamente. ¿Cuál es tu parecer?
“Es algo bien curioso, porque hoy los pitcher trabajan muy poco en la zona interior. Sin embargo, en mi época solían cerrar a los bateadores de fuerza y por consiguiente eran muchos más los golpeados por lanzamientos.
“Algunos pelotazos eran intencionales, pero no la mayoría. Lanzar pegado es la defensa del lanzador. Ahora a los bateadores le pegan un poco la bola, los rozan, y ya que quieren fajarse. ¿Te imaginas que los lanzadores quisieran pelearse cada vez que le conecten un jonrón?”.
Lázaro Junco volvió a contar la anécdota de lo ocurrido en una ocasión en un partido disputado entre Citricultores y Villa Clara.
“En aquel encuentro yo había conectado doble, triple y jonrón y, por supuesto, pensaba en completar la escalera. Entonces trajeron a Isidro Pérez de relevo y me dio un pelotazo en la cabeza que estuvo a punto de matarme.
“El médico me indicó reposo, pero un día después lo volvieron a traer de relevo y pedí que me sacaran de emergente. Le di jonrón y de esa forma tuve mi desquite deportivo. Por cierto, nunca nos distanciamos por aquel incidente”.
VIDEO: ¿Cómo reaccionaba Pedro José Rodríguez (Cheíto) cuando le daban pelotazo?
-¿Para ti qué es la guapería en la pelota?
-Es la entrega en el terreno, jugar al tope, no aflojar independientemente de cómo esté el marcador, deslizarse en las bases y nunca darse por vencido. Lo demás es otra cosa, no es pelota. Mira, pese a ser un bateador de fuerza yo robé más de 100 bases en series nacionales”.
Dotado de muñecas prodigiosas, Junco fue un jonronero natural. Siente no haber jugado cuatro o cinco campañas más para extender su registro de cuadrangulares y lamenta las muy pocas oportunidades que tuvo de integrar la selección nacional.
En 18 series nacionales fue líder de jonrones en 11 ocasiones y 7 en carreras impulsadas.
“No tuve mucha suerte para hacer el Cuba”, dice sonriente un hombre que parado en el cajón de bateo nunca enseñó los dientes.
En los últimos años ha sabido conducir con muy buenos resultados a la categoría 15-16 años, una forma también de contribuir al desarrollo del béisbol en la provincia.
Esta temporada ocupa la responsabilidad de entrenador de bateo en el conjunto de los Cocodrilos de Matanzas.
Recuerda muchos de sus cuadrangulares dentro y fuera de Cuba, sobre todo el primero, en el Victoria de Girón, que le conectó al santiaguero Orlando Figueredo.
-¿Y te acuerdas del último?
“Fue hace unos días, en el estadio de Limonar, en un juego amistoso entre veteranos del pueblo y un equipo de Cárdenas. La boté por el jardín izquierdo, como en mis buenos tiempos. Ah, y no me dieron ningún pelotazo”.