POR GUILLERMO CARMONA RODRÍGUEZ
Los decisores de las efemérides no se equivocaron en elegir el 20 de octubre como el Día de la Cultura Cubana. Diez jornadas después que sonará la campana de la Demajagua, entraban los neonatos mambises y Perucho, imagino con una caligrafía torcida por el trotar de su caballo, redactaba la letra de nuestro himno.
Existió cultura con anterioridad en la Isla. Pienso en varios ejemplos y, aunque peque de chovinista, mencionaré a José Jacinto Milanés y a Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, que por sus ideales libertarios sufrió una muerte en oposición a su seudónimo.
Hubo arte, y del puro, del orgánico; del cual se forjó, de a poco, la identidad cubana y del que emergieron atisbos de la lucha por la independencia. Recostado a la borda de un barco que va desde Estados Unidos a México, escucho a José María Heredia murmurar el “Himno del desterrado”.
Sin embargo, solo entre los vítores de un pueblo que por primera vez degustaba la libertad como una cucharada de sopa caliente después de siglos de solo conocer de migajas, alcanza su punto álgido porque se unen la cultura con lo útil, con lo patrio.
Esa tangente, ese punto de colisión y coalición, se mantendría después con el pasar de las décadas: las cuerdas del violín de José White, los párpados y pupilas de Rubén Martínez Villena, las novelas del Carpentier.
Hasta la actualidad esta proporcionalidad se mantiene. Onelio Jorge Cardoso en su cuento El caballo de coral, dice que los “hombres tiene dos hambres”, el objetivo, el que le da al cuerpo las proteínas, los lípidos, los carbohidratos necesarios para moverse y otros más relacionado con el espíritu.
Las autoridades cubanas han entendido esta dualidad de hambres, por ello, aunque el país ha vivido tiempos de crisis la cultura nunca se ha dejado de lado. Muestra reciente de eso es la celebración de la Jornada de la Cultura Cubana del 10 al 20 de octubre este 2019, aunque el país, aún no se ha recuperado del todo de la coyuntura. En Matanzas, el mayor ejemplo, resulta la reapertura del teatro Sauto y otras actividades.
Los países que nacen al trote de un caballo están destinados a odiar lo estático, a buscar siempre alimentar el alma de sus ciudadanos.