Cuidar lo que es de todos…

POR YAIDIMA DÍAZ GÓMEZ

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Espaciosa, iluminada, capaz de albergar 90 personas; es la sala de espera para familiares de pacientes graves y será, sin dudas, un granito de luz.

Muchos hemos habitado sus pasillos, dormido en sus duros y fríos bancos de metal con la esperanza de mejores noticias, de una recuperación milagrosa. Que­­rer estar cerca, de guardia, enviándole to­das nuestras fuerzas al enfermo hacen que aceptemos al hospital Faustino Pérez como nuestra casa mientras dure la desgracia.

Mas, las condiciones no son las mejores, por ello la noticia resulta bien acogida: en los próxi­­mos días abrirá una sala para los familiares de pa­cientes graves.

Según Daniel Enrique Águila Leira, especialista de inversiones, “con un costo de 400 000 pesos, el local se encuentra casi listo. Cuenta con recepción, pantry, comedor, sala de espera, baños y habitación privada donde se dan los partes médicos.

“Cada detalle está pensado y diseñado con gran sensibilidad, nuestra esperanza es que ayude a mantener la paz en momentos tan di­fíciles. Le imprimimos un alto grado de confort, por ejemplo, el pantry posee su fregadero y próximamente un microwave. Ins­tala­mos 40 taquillas con cerraduras y así po­drán guardar sus pertenencias sin preocupaciones. La sala de los partes médicos posee sus asientos y toda la privacidad que requiere el mo­mento.

“Por su parte, el salón principal es espacioso e iluminado. Con una capacidad de hasta 90 personas, usamos colores tenues y el mo­biliario resulta cómodo y lavable. Los ba­ños, para mujeres y para hombres, están habilitados para agua fría y caliente, presentan buena factura con muebles sanitarios, du­chas mo­dernas y enchape.

“Dispondremos de 14 ventiladores, una ca­ja dispensadora de agua fría, dos televisores y un refrigerador. Nuestro objetivo es prestarles un servicio más completo a los familiares y mientras dure su estancia no se estresen por sentirse observados ni extraños, que perciban el apoyo completo del personal de la salud”.

CUIDADO, MEJOR, CUIDEMOS…

El jefe de sala, Roberto Hernández Arcia, explica: “Regirán normas que garanticen el cui­dado del local. Solo se recibirán dos familiares por paciente; previamente el médico emi­te los nombres de los enfermos y nosotros les daremos un solapín. La recepcionista será responsable de estos trámites, así como de en­tregarles la llave de su taquilla. Todo el personal que laborará en este perímetro fue es­cogido por su responsabilidad y buen de­sempeño.

“Llamamos a concientizar, unos pasarán un día, otros usarán nuestro salón por tiempo más prolongado; el esfuerzo y el dinero que re­quirió lograr esta obra no se puede tirar por la borda. Intentamos cubrir necesidades básicas y deseamos que los familiares sean cuidadosos con el mobiliario, las llaves. Deben co­nocer que no se permite el uso de ca­len­ta­do­res, ni fogones que pueden provocar afectaciones en el circuito eléctrico, tampoco fumar den­tro, en fin, habrá reglas y se­remos celosos con ello”.

Y es que deben existir las normas y ser es­trictas, porque no es justo que el sistema de Salud Pública cubana invierta miles de pesos y que la desidia impere. Sobran los ejemplos, en este mismo hospital existen salas restauradas recientemente que hoy muestran un grado de deterioro considerable.

Al respecto, la doctora Mabel Izquierdo León, especialista en I grado de Ortopedia y Traumato­lo­gía, explicita: “El maltrato y el poco sentido de pertenencia atenta contra la durabilidad. Se evidencian en las ventanas; muchas tablillas apenas abren y están jorobadas, eso por re­costarse. Similar sucede con las puertas y qué decir de los muebles sanitarios… quedan po­cas duchas de las originales, rompen los mangos y las encimeras presentan muchas lo­sas partidas, los cintillos destrozados. Due­le esta realidad porque al final, los afectados somos nosotros mismos. El personal de cada sala tra­ta de estar atento, pero son mu­chos pa­cientes y disímiles responsabilidades médicas”.

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Encimera con losas partidas y cintillos afuera. De su llave ya no emana agua. Esta fue una de las salas restauradas con anterioridad.

Por su parte, Diana Vázquez Martínez, acompañante, aduce: “Reconozco que el poco cuidado incide en el deterioro, pero también está el deficiente grado de factibilidad de los ma­teriales. Un juego de llave de mo­nomando ya sea para las duchas o para los la­vamanos no puede durar mucho, no es un se­creto que son frágiles y si a eso se le añade que la mayoría de las personas que usan este centro jamás han visto eso. Los aditamentos, más que lindos, deben ser fuertes”.

“La irresponsabilidad, esa es la causa fundamental. No podemos lavar los pozuelos y ti­rar comida por los lavamanos cuando se cuenta con un pantry, eso no lo hacemos en nuestras casas. En estos días he visto acciones que van en detrimento de nosotros mismos, la única alternativa es que nos concienticemos, hoy estoy yo, pero mañana esta sala puedes usarla tú, entonces, debemos cuidarla”, expresa Joel Pérez Díaz.

Lo cierto es que cada acción cuenta. Como ciudadanos y matanceros, además, tenemos la obligación de velar por lo que es nuestro. El Estado no dispone de recursos su­ficientes para intervenir continuamente en es­tos espacios. Los trabajadores poseen el reto de ser intransigentes y sentir como propio cada metro del local; las personas, los dolientes, deben cuidar cada centímetro de esta sala que no existía y hoy es una realidad.

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