POR LIANET FUNDORA ARMAS

La vajilla es una de las problemáticas de muchas unidades, algunas de ellas no disponen siquiera de platos hondos ni vasos.
Alimentarse es una necesidad fisiológica básica del ser humano. ¡Cuánto alivia tener la seguridad de un plato lleno! No obstante, el acto de sentarse a la mesa, de ser servido atentamente y degustar un menú bien elaborado, más allá del cuerpo, sustenta también el alma.
Analizar la esencia del Sistema de Atención a la Familia (SAF), es descubrir cuánto puede cambiar este programa la vida de un sector de la población de bajos ingresos u otras problemáticas sociales.
Amparados por la Resolución 40 del Ministerio de Comercio Interior, los beneficiados reciben desayuno, almuerzo y comida. Sin embargo, ¿los establecimientos donde se brinda este servicio resultan siempre acogedores?, ¿qué escollos deben sortear quienes tienen el encargo de tener listos los alimentos a la hora prevista? A fin de reflexionar sobre estas y otras interrogantes Girón dirige una mirada a los SAF del municipio de Pedro Betancourt.
REALIDAD SOBRE LA MESA
“Atendemos a un total de 266 comensales distribuidos en cinco comedores: La Central, ubicado en Pedro Betancourt; La Estancia, en el Consejo Popular Navajas; El Favorito, en Güira; La Aurora, en Bolondrón y El Sauce, en Manuelito. Este último es considerado como referencia por las condiciones y el buen desempeño”, señala Yasmerys Espasandín López, subdirectora de operaciones de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía.
Tras recorrer diferentes establecimientos donde se implementa este programa, se constata la satisfacción de los asistenciados quienes por un peso (o menos) no encuentran jamás los platos vacíos.
Por otro lado, recurren las mismas problemáticas: muchos inmuebles no tienen el estado constructivo ideal, la capacidad de frío existente es todavía muy poca y hace bastante tiempo que aderezar los platillos forma parte de la gestión de los administradores, pues no se recibe condimento alguno.
LA CENTRAL: SERVIR A PESAR DE…

A pesar de las carencias, sobresale el empeño de crear un espacio agradable para los asistenciados. Establecimientos como La Estancia, en Navajas, así lo demuestran.
“Tengo 87 años y agradezco lo que hacen por nosotros. Esta es mi Patria, la que no nos deja desamparados”.
“El local es pequeño, pero nos atienden. ¿Dónde vamos a comer todo lo que recibimos aquí?”.
Las opiniones de Enrique Escobar Matos y Rafael Álvarez Torres se tornan aliciente para el trabajo diario en la unidad La Central. Se trata del comedor ubicado en el Centro Histórico Urbano del municipio y el de mayor número de comensales que suman un total de 115.
En su interior Tomás de Armas Molinet, quien se desempeña como cocinero, muestra las manos y el rostro cubierto de tizne tras haberse enfrentado a la odisea de prender los ciscos. “Tengo que cernirlo para después encenderlo, todo eso incrementa el trabajo e impide mantener la imagen requerida, porque ¿cómo voy a ponerme la bata blanca en estas condiciones?”.
Yasmerys Espasandín López, refiere que a raíz de la situación energética, se elevó la demanda de carbón en el territorio y no quedó otra opción que acudir a esa carbonilla. “Sabemos que no tiene la calidad requerida, pero jamás se ha dejado de prestar servicios. Estamos haciendo contratos con todos los organismos que tienen la orientación de producir carbón para poder adquirirlo con mayor calidad y a mejor precio”.
A ello se suman los escasos calderos y tapas, además del sitio donde tiene lugar la cocción que dista de ser confortable.
“Tratamos de que el producto final que se les brinda tenga calidad a pesar de las carencias. Siempre salgo en busca al menos de ajo porro, ya que no disponemos de especias”, expone Jorge Luis García Mirabal, administrador de dicho SAF quien refleja en su labor sentido de pertenencia.
De igual forma, basta permanecer unos instantes para apreciar el quehacer de Lucía Suaznábar Roldán, dependienta de La Central que no detiene su paso haciendo hasta lo imposible por agilizar la atención: “Algunos prefieren llevar a casa la comida, pero un gran número se sienta a la mesa. Terminamos agotadas porque apenas tenemos vajilla, no disponemos de platos hondos ni vasos, toman el agua en tazas”.
Al respecto, Espasandín López señala que a nivel de provincia no hay cerámica y agrega que se realizan gestiones para lograr contratos que permitan adquirirla en la Isla de la Juventud.
LA ESTANCIA ES PLACENTERA
En el SAF La Estancia, del Consejo Popular Navajas, cada detalle de la ambientación parece estar dispuesto para hacer más placentera la permanencia.
María Cristina Campoalegre Dreque, administradora de la unidad, explica que atienden a 21 asistenciados y nunca faltan oportunidades para motivarlos: cumpleaños colectivos, Día del Adulto Mayor…
“Entre todos les compramos un cake, hacemos pizzas y en fin de año tienen sus buñuelos y el dulce de coco; recibimos el apoyo de la empresa y sectores como cultura y el Inder. Procuramos su satisfacción, aunque solo logramos que se sienten a la mesa en días de actividades. Prefieren llevar la comida a casa, y en ello influye la ausencia de un baño.
Por su parte, Martha San Martín Medina, cocinera del establecimiento, agrega que entre todos velan por la higiene. “Cambiamos y lavamos los manteles, limpiamos. Nos llevamos como familia, si hay algún partido de pelota importante donde juegue Matanzas, los animo a que vengan y se sienten, les hago café y disfrutan de un rato agradable”.
Al igual que en otros comedores, en La Estancia se reiteran preocupaciones como la falta de detergente, cloro, productos vitales para el mantenimiento de la higiene, que son muchas veces gestionados por el propio colectivo; así como la necesidad de que especialistas del sector de la Salud acudan con más asiduidad.
Entre las proyecciones del municipio para el 2020 se encuentran reanimar La Central y la construcción de un SAF en el Consejo Popular Pedroso.
La visión del SAF va en busca de la integración social, de acoger a los más necesitados. Vale la pena contribuir con este anhelo, velar por la calidad y constancia de los suministros, la variedad de platos, apoyar y reconocer las iniciativas de quienes laboran en estas unidades y hacerles más fácil la faena.
Como expresara Lázaro Martí Jiménez, de 71 años: “¡Qué dicha se siente al ser bien atendido!” Tengamos en cuenta entonces la importancia de esta obra humanista de la Revolución, a la que tantos pueden aportar de una forma u otra. Solo así quienes se acogen a este programa hallarán en dichos sitios, más que una oportunidad para saciar el hambre, un hogar.