POR DAGOBERTO ARESTUCHE FERNÁNDEZ
Al alcanzar más de siete décadas de vida en esta consagrada labor muchos cuelgan los guantes, se jubilan, marchan a casa y disfrutan de las merecidas vacaciones, pero el gordo Pancho Soriano, no.
Se le hace imposible dejar a un lado aquello que ama con vehemencia, me atrevo a decir que desde que habitaba en el vientre de Ana: la locución y el deporte.
Al preguntarle qué hacer con tan rica y abundante historia, emanada de su andar profesional entre terrenos de pelota, micrófonos, peloteros, directivos y aficionados, respondió con sencillez: «haz lo que te parezca, ahí te la entrego».
En realidad, resulta peliagudo escribir sobre este prestigioso hijo de Cárdenas, nacido el 20 de septiembre de 1946, por el cúmulo de experiencias que atesora.
Por eso no es de extrañar que algunas resulten tan increíbles como el hecho mismo de haber servido de receptor al histórico líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en 1965, durante un juego de béisbol en Santa María del Mar, La Habana.
«Fue sorpresivo, habían suspendido un choque entre juveniles, y en eso llegó Fidel. Enmudecieron las gradas. Figúrate cómo me puse cuando solicitó actuar de pícher en mi equipo. No sabía si mirarlo a él o seguir la bola. Los innings demoraban siglos. Inquietaba que lo golpearan con un envío, pero nada ocurrió».
Su rostro reflejó el lejano hecho como si hubiese ocurrido ahora.
Esta es, sin dudas, una de las experiencias que con cariño recuerda el veterano que se incorporó al movimiento deportivo antes de 1959, en el colegio La Progresiva en la Ciudad de las Primicias, en equipos de niños y de otras categorías.
Luego del triunfo de la Revolución fue fundador de los Juegos Escolares, e integró el Henequeneros juvenil de pelota, subtitular nacional en 1964. Soltaba los arreos del béisbol y acudía a la línea de salida en maratones, incluido los relevos Habana-Cárdenas en homenaje a José A. Echeverría y demás mártires del 13 de marzo de 1957.
«Mi devoción por el deporte permitió que antes del llamado al Servicio Militar General, fungiera como profesor de Educación Física en la primaria Héroes de Playa Girón, en Cárdenas. Faltaba fuerza técnica, pero sobraba voluntad».
A Pancho no hay que insistirle mucho para que refiera sobre sus conocidos anecdotarios deportivos vinculados o no a él. Pero existe uno en particular, grandioso en lo personal, del que habla poco: su exaltación al Salón de la Fama del Béisbol en el estadio Palmar de Junco, de Matanzas.
«Es un alto honor el estar situado entre los grandes del béisbol cubano, como Martín Dihígo y muchas otras glorias, símbolos del deporte nacional», un reconocimiento aglutinador de más de media centuria vinculado a su vida profesional.
El Gordo disfruta por igual cuando habla de su otro amor: el periodismo. De sus inicios como soldado del SMG y la misión de colaborar con el semanario Comones, y corresponsal deportivo en Radio Ciudad Bandera, de su localidad natal, en la que recibió la distinción José Ramón Arencibia, otorgada por el Inder.
«El trayecto es largo, pero parece que fue ayer cuando comencé», dijo y su estela así lo indica.
La superación profesional en la Universidad de La Habana, su participación en eventos dentro y fuera del país, en los que voz y conocimientos marcaron pauta en el ejercicio, han sido constante en estos años.
«Narré juegos de la Serie Nacional y Selectivas del béisbol junto a consagrados como Ricardo Medina y el finado Jorge Arturo Castellanos, de quienes aprendí parte del oficio».
Su peculiar estilo se escuchó en Radio 26 a partir de 1980 en secciones especializadas, hasta su jubilación en marzo de 2013, aunque «esto no significó el retiro. Aporto como corresponsal y locutor». Así es él, genio y figura por siempre.
De incursiones foráneas poco dice Soriano, pero sus narraciones abarcan más allá de Radio 26, el éter lo hizo viajar, mediante Radio Rebelde, por el mundo.
Habló de los Mundiales de Béisbol en Cuba; de los Juegos Panamericanos de 1991; de los Centroamericanos y del Caribe en La Habana 1982 y en Cartagena de Indias en el 2006, este último en la subsede de Santo Domingo, República Dominicana, así como de la Copa Intercontinental de Barcelona, España en 1991, y los I Juegos del ALBA, que contaron con su participación profesional.
«También los Juegos Olímpicos de Beijing, 2008, en los que, desde la capital china, narré ocho deportes», se convirtió así en el primer matancero de la historia en cubrir un evento cuatrienal.
Pancho Soriano también viajó a Cumaná, Sucre, Venezuela (2005), junto a otros colegas.
Fundador de TV Yumurí y profesor de seguidores de la narración, no podía existir otro desenlace feliz en su vida que no fuera, en el Día de la prensa cubana, recibir el Premio Nacional de Periodismo Deportivo por la Obra de la Vida 2019, otorgado por la Unión de Periodistas de Cuba y el Inder.
«Agradezco en mi nombre y en el de la familia este alto reconocimiento que agrega un nuevo capítulo a mi vida, además de tener nuevas razones para continuar. Que mis amigos se preparen para soportar nuevas anécdotas, no se me escaparán, lo prometo».
Cierre muy propio del gentil Francisco «Pancho» Soriano, el Elegante de Cárdenas.