Domingo Méndez Capote: El General Civil del 95

POR ARNALDO JIMÉNEZ DE LA CAL (DR. EN CIENCIAS HISTÓRICAS Y PROFESOR ADJUNTO DE LA UNIVERSIDAD DE MATANZAS)

mendezDurante los gloriosos años de la guerra contra España por la absoluta liberación de Cuba, 11 hijos de la tierra matancera alcanzaron los grados de Brigadier del Ejército independentista. Uno de ellos fue General de División y dos ostentaron la máxima distinción de Mayores Generales. Cada quien se destacó en la lucha, sin embargo, en la actualidad no son muy conocidos por la población por lo que, a nuestro juicio, debe profundizarse con las nuevas generaciones.

El 12 de mayo de 1863 nació en la finca San Francisco, en el entonces floreciente poblado de Lagunillas, situado a nueve kilómetros al sur de Cárdenas, uno de estos grandes de la Patria, el General Domingo Méndez Capote. El padre, Fernando Méndez Gómez, de recia estirpe criolla y muy ligado a la tierra, se había unido en matrimonio a Rosa Capote y Gómez y de esa unión nacieron cinco hijos, dos hembras y tres varones, entre los cuales Fernando y Domingo ocupan un lugar cimero en la historia del país.

El mayor, Fernando, estudiante de Medicina, cayó en el fatídico grupo de jóvenes universitarios que en noviembre de 1871 enfrentaron la furia de los voluntarios hispanos, los cuales vengaban en cubanos inocentes las derrotas que sufrían a manos de
los mambises. Salvó la vida, pero fue condenado a seis años de trabajo forzado.

El autor de sus días, en aquel aciago momento, acompañado del pequeño Domingo, de ocho años, viajó a La Habana. Pronto se dio cuenta de que los padres hispanos no podían hacer nada por sus hijos nacidos en Cuba. En la tarde del 27 de noviembre, tomado fuertemente de la mano del progenitor, el niño campesino, de dulce corazón, contempló el crimen y días después, cuando los dejaron visitar a Fernando, lo encontraron entero, aunque desfigurado por los sufrimientos. El pequeño escuchó al hermano cuando le dijo al padre: “¡Los cubanos somos machos, viejo! No te humilles ante los españoles. No quiero que le pidas nada a nadie para mí”. Estas palabras se quedaron grabadas en el alma del chicuelo, como en una lápida de sangre.

Fernando, meses después, liberado y en España, continuó su carrera. Costeando estos estudios y con la fuerza española sobre ellos, la economía familiar decayó y Domingo pasó trabajo para estudiar Derecho en la Universidad de La Habana, pero se graduó en 1888 y ejerció su profesión en La Habana,  con reconocimiento entre los mejores jurisconsultos de la capital, lo cual le permitió con solidar una importante posición económica.

Cuba se hacía cada vez más insurrecta y con ella sus mejores hijos. Domingo, en 1894, comenzó a conspirar. Ingresó en el Partido Revolucionario Cubano y a partir de febrero
de 1895 buscó la forma de incorporarse al Ejército Libertador, lo que logró en febrero
de 1896 bajo las órdenes del Coronel Leoncio Vidal, en el ingenio Matilde, cerca de Camajuaní, en Las Villas y por su condición de universitario se le otorgaron los grados de Capitán. Días después, el 8 de ese mes, recibió su bautismo de fuego en el combate de Palo Prieto, cuando las fuerzas del Cuarto Cuerpo del Ejército Mambí, al mando del Mayor General Serafín Sánchez, combatieron durante más de siete horas contra una columna dirigida por el General Español Oliver, teniendo muchas bajas por ambas partes.

En marzo de 1896, el Consejo de Gobierno, presidido por Salvador Cisneros Betancourt, le otorgó el grado de Coronel y le dio la tarea de Gobernador Civil de Las Villas. Se mantuvo en ese cargo hasta el 17 de enero de 1897 cuando fue nombrado jefe del Cuerpo Jurídico del Ejército Libertador con el grado de Brigadier. En dicha misión procedió a reestructurar la Ley Orgánica Militar y redactó el Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Militar y el Reglamento del Cuerpo Jurídico-Militar de la República en Armas. En estos documentos señalaba la pena de muerte para quien sostuviera contactos con el enemigo sin tener en cuenta la absoluta independencia de Cuba. Con tal responsabilidad participó, bajo el mando de Máximo Gómez, en la toma de Arroyo Blanco (2 de febrero de 1897) y en el combate de Juan Criollo donde estuvo en la carga al machete junto a otros universitarios en lo que Gómez calificó con su fina ironía como “la carga de los doctores”.

Fue nominado como constituyente en la Asamblea de La Yaya en octubre de 1897 y es elegido vicepresidente del Consejo de Gobierno. El 24 de abril de 1898 presenta el Manifiesto de Sebastopol, firmado por Bartolomé Masó como presidente de la República en Armas, donde se reitera, ante la intromisión no solicitada de los Estados Unidos en la guerra cubano-española, la posición de “Independencia o Muerte” en respuesta a los anexionistas, autonomistas y traidores de toda laya.

Al concluir la contienda, el Gobierno Interventor lo nombró Secretario de Estado y Gobernación y en 1900 dirigió los trabajos de la Asamblea Constituyente de 1901, aunque su postura no fue muy consecuente con sus anteriores pronunciamientos.

En la República Neocolonial fue Senador (1902-1904) por la provincia de Matanzas. En 1905 ocupó la vicepresidencia junto a Tomás Estrada Palma y estuvo de acuerdo con la solicitud de intervención de los Estados Unidos, retirándose de la vida pública y se ocupó de la docencia universitaria en La Habana.

Se enfrentó a la dictadura de Machado y encabezó una Junta Revolucionaria, por ello se vio obligado a salir al exilio. Regresó a la caída del tirano y falleció poco después en La Habana, el 16 de junio de 1934. En este año se conmemorará el aniversario 85 de su deceso.

En 1899, el poblado de Lagunillas, en su honor, recibió el nombre de Méndez Capote, que hoy conserva oficialmente. Por su contribución a la legalidad independentista el sabio cubano Fernando Ortiz lo consagró como el Jurisconsulto de la Revolución Mambisa.

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