EL cubano no es humorista, dice Manuel

POR SERGIO LÓPEZ HERRERA (RADIO 26)

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Me sorprendió Manuel Hernández, no sólo con la afirmación que titula este trabajo, sino por la facilidad con que me concedió la entrevista.

Siempre pensé que, siendo una persona de apariencia tan reservada, no iba a acceder, o me costaría trabajo sacarle las palabras de la boca. Por suerte, fue todo lo contrario.

-¿Por qué te dicen  Manuel el caricaturista?

Porque yo empecé el mundo del arte haciendo caricaturas. Después me decían Manuel el del polaquito. Después era Manuel  el que trabaja en Varadero.  Fui cambiando el apellido y llegué a ser el del Yary. Hoy he vuelto a ser el caricaturista, aunque a veces me dicen el pintor, el ceramista.

-¿Fue en ese orden?

Si, caricaturista, ceramista y pintor, aunque inicialmente  estudié pintura en la Academia de Artes de  Matanzas. Una escuela antigua del estilo de San Alejandro, con sus mismos programas, allá por los años 40.

-¿Con cuál de las tres manifestaciones te sientes mejor?

Con las tres me siento bien. La caricatura es estresante. Tienes que pensar, digerir muchas informaciones, buscar un chiste que no se haya hecho, que es muy difícil.

La cerámica es como un juego muy agradable. Es fuego y fango, como la historia del hombre, algo muy ligado al desarrollo de la Humanidad. Es mágico convertir el barro en algo útil, artístico quizás. Es intemporal, si se rompe, lo pegas, como las pieza arqueológicas. Tiene el sabor de la eternidad.

La pintura es más íntima, más feliz. Es como caminar, más de uno mismo. Pintas solo. La caricatura es para un medio de prensa. La cerámica es más utilitaria.

-Me dijiste algo de la caricatura que se contradice con la forma en que te veo. Dices que te obliga a pensar y yo creo que tú eres pensativo por naturaleza.

Yo tengo una disciplina de pensamiento bastante fuerte, y eso me facilita crear el humor. El humor es más intelectual. Tiene que ver con la vida cotidiana, con la historia, con la cultura. Quizás una caricatura no la entienda quien no tiene una cultura determinada.

Lo que puede darte risa a ti quizás en otros pueblos no funcione. La caricatura, a quienes comenzamos de la nada en los años 60, nos exigió alfabetizarnos. En sus inicios era choteo. La caricatura cubana, salvo algunas excepciones, era de choteo. Era lo que funcionaba de acuerdo con la cultura de la época.

En mi caso trato de intelectualizar más el humor. No porque me fuera de lo cotidiano, de lo popular, porque el idioma español es muy rico. Si participas en un evento internacional, haces un chiste sin palabras, pero el sabor del idioma te da el chiste y el español es tan variado que te permite hacer la sátira.

Son intraducibles. Recuerdo que publiqué uno que Adán decía : “Una sola mujer y a esto le llaman el paraíso”. En otro hay una pareja en la cama y la mujer aseguraba: “Tú tienes que tener otra, porque ya no estás tan impotente como antes”.

Eso entraña toda una cultura del ser humano, de las relaciones entre parejas, y eso sin palabras es imposible. Además, es muy sabroso por las características del idioma, lo que te hace volver al lenguaje popular.

-¿Es la caricatura un arte menor?

No. Tiene más que ver con la literatura que con la plástica. La plástica que tiene la caricatura es el dibujito que tú haces, pero la intención y el mensaje es puramente intelectual. Pongo como ejemplo al Quijote. Cuando empecé a leerlo y a tratar de descifrarlo me enredaba, porque las aventuras son simplemente un pretexto, lo importante son los textos, las conversaciones entre Sancho y el Quijote. Ese diálogo que es el alma española y lo que lo hace realmente importante.

Igual pasa en el chiste. El muñequito es el pretexto para trasmitir una idea que es la parte más importante.

-Entonces, ¿tus caricaturas siempre tienen texto?

Las prefiero con el texto, aunque algunas las hago sin él.

-¿ La parte gráfica no tiene peso para ti ?

Si lo tiene, trato siempre de que no sea un muñequito convencional, de darle cierta línea, que se transforma, sin cambiar el estilo, con la intención de buscar que sea más acorde con la época. No se me ocurriría hacer un muñequito con el estilo de los cómics norteamericanos antiguos, trato de que sea más acorde con nuestra cultura, nuestra identidad.

-¿La caricatura es para hacer reír?

Es para todo. Forma parte de la cultura. Puede ser irónico, satírica, de pensamiento, de carcajada, de análisis, hay mucha variedad. Pero también para pensar.

Siempre me remito a Chaplin. A mi Chaplin no me da risa, lo que me da es placer. Pienso que era un genio del humor, sin embargo es más bien trágico. Está entre lo trágico y lo cómico. Una persona da un traspié y se cae. Reírse de los problemas ajenos es un un fenómeno cultural que es un poco aberrante. Reírse de un loco, de alguien con defectos.

Yo siempre traté de huirle a eso. No creo que la desgracia ajena pueda ser humor. Nunca aplastar al ser humano. Ir a lo más profundo, lo más educativo, a lo que pueda servir culturalmente a que el ser humano crezca. Creo que el equipo en el que trabajé contribuyó bastante al enriquecimiento del ser humano, a la obra de hacernos más cultos.

—Sin ser un especialista pienso que la caricatura cubana está saturada de didáctica, enseñanza, consignas.

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Siempre hay una tendencia a hacer caricaturas por la efemérides. En el periodismo es igual. Si es ocho de marzo hay que escribir y hacer caricatura sobre la mujer. Yo siempre traté de evitarlo. El mensaje está  intrínseco. No tienes que hacer un mensaje sobre el ocho de marzo, sino uno que no ofenda a la mujer. Todos los días son de la mujer, de los niños. Tu obra no tiene que ser una consigna.

Eso me lo señaló un tipo un día. Uno que se fue, que no tenía mis ideas. “Por qué tu no trabajas como los demás, con consignitas y eso”.

Yo no me había dado cuenta. Nadie me lo había dicho. Yo no puedo trabajar así, matando el trabajo. Los periodistas igual. “En la recogida de papas estaban presentes fulano y mengano”. Me imagino que Martí tampoco trabajaría así. He leído mucho su diario y veo como le da vueltas al idioma y lo enriquece, haciendo cositas pequeñas, escritas corriendo, pero que tienen una identidad.

—¿Qué piensas de las caricaturas por encargo?

Yo nunca trabajo por encargo. Siempre le huí a eso. Es  terrible.

A la gente le es más cómodo trabajar el tema político. Eso responde a muchas cosas. No hay una publicación que te permita trabajar otros temas.

—¿Y el humor de escena?

El humor de escenas es distinto, más variado. El humor de cabaré, no el de Chaflán, que era un maestro y trabajaba con ética, muchas veces se basa en la chabacanería, la burla. Es muy fácil burlarse de los demás. Tú puedes escaparte de muchas cosas, pero no del ridículo. Es como cuando a alguien le ponen un nombrete, que siempre le persigue. El ser humano tiene tendencia a disfrutar con los problemas de los demás. Es algo morboso.

—¿Tú te ríes para adentro?

Sí, sí. Yo disfruto el humor sin reírme. Es tal como me pasa con Chaplin. A veces es muy difícil reírse, aunque hacer reír es más difícil todavía.

—¿Entonces eres introvertido?

No, yo soy alegre, no soy tan trágico. Aunque tampoco soy muy expresivo.

—¿Te ríes de tus caricaturas?

Claro, yo soy el primer lector. Si yo no la siento los demás no la pueden sentir. Eso es una máxima. Igual que cuando pinto, o hago una cerámica, que si no me gusta…Tiene que gustarme a mi.

Además, cuando se trabaja para un medio de prensa es todavía más riguroso, hay que respetar el público. Es una frustración cuando me dicen “que chiste tan malo hiciste” o “no entendí el chiste”.

Eso me pasó una vez con un dibujo que hice con una mujer y un hombre enredados en un sofá, y la madre dice: “No se si están haciendo algo malo, porque el novio es ginecólogo”.

La gente me decía por la calle que no entendía el chiste.  ¿Cómo lo iban a entender si le quitaron la palabra ginecólogo? Lo dejaron en “No se si están haciendo algo malo”. Le quitaron el chiste. Eso pasa a veces. Mejor lo hubieran quitado todo.

Ese es el chiste que tu dices que a veces es superficial o banal. La banalidad y la mediocridad predominan.

—¿La caricatura no magnifica los rasgos físicos?

Si usted ve hoy en día, al cabo de tantos años, una caricatura como la de Roa que hizo David, con esos dedos enroscados, te das cuenta que va más allá del parecido, es como la sicología del personaje, la parte de adentro del ser humano. Esa es la buena caricatura, pero para eso hay que sentirlo.

Los rasgos físicos es la parte sencilla, tu tiene la nariz grande, bigotes, pero lo de adentro es lo difícil, como un obra de arte cualquiera. Si no trasmite…Puedes ser un Vallejo o un Van Gogh, que cada poema, cada pintura trasmite una emoción, con modelos que pueden ser cualquier cosa, una silla, un tronco de una mata, un campo de trigo. Y dices, cómo este hombre logró una obra de arte con un elemento tan insignificante.

Es que él le pone su emoción, su misterio. Porque el arte también es un misterio. El arte existe por el amor. Aunque hay quien dice que el amor no existe, claro que sí existe.

—¿La caricatura es para reírse o pensar?

Es mejor para que pienses, reflexiones. La risa es el pretexto. Te hago reír para que pienses.

Tampoco puede ser un humor que a nadie le interese, porque no lo disfrutas.

Es importante el hecho del humor, pero necesitas tres cosas: que lo disfrutes, la víctima y el que la hace. Es un trío, un matrimonio de tres.

Siempre hay una víctima, alguien de quien te ríes. Pero no puedes aplastarla. Es muy fácil reírse de un loco, de una persona con defectos.

—¿ La caricatura puede expresar sufrimiento? He visto algunas, sobre todo de tema político que dejan una impresión de amargura.

Cuando yo trato esos temas trato de hacer el humor de denuncia, pero no publicar cosas que te den….El humor debe estar asociado a la cosa feliz, que te dé un toque de alegría, de satisfacción, no de amargura. No son sinónimos.

Una vez me preguntaron ¿a cuál de los caricaturistas te quieres parecer?

Yo. al Guayabero.

-¿Por qué?

Por la identidad. Quiero ser capaz de trasmitir esa gracia que tiene el Guayabero con el doble sentido. Esa identidad, esa cubanía criolla.

—¿La caricatura es irrespetuosa?

Yo trato de que no lo sea. Que aunque la gente se sienta aludida, no se sienta humillada ni golpeada. Que sea más humana.

-¿Has tenido problemas por alguna?

Un día hice una caricatura en la que un esqueleto estaba medio salido de la tumba y alguien decía: Parece que no le dieron propina al enterrador.

Se me apareció una comisión. Cuesta, que era el subdirector del periódico me dijo: “Tienes una comisión de enterradores esperándote”.

Les expliqué que eso no era directamente con ellos, pero después me enteré de que lo de las propinas era verdad, por eso protestaban.

Todos problemas sin importancia, no duelos.

—¿Y malas interpretaciones por parte de funcionarios?

A nosotros nos acusó una vez un funcionario de que el DDT parecía hecho en Miami.

Con todos los periódicos encima de la mesa le dije yo soy el responsable, yo soy el único culpable.

A los tres meses una institución italiana le otorgó al DDT el premio a la mejor publicación política del año en el mundo. Entonces ese personaje me invita a comer. Me dijo: “Oye, ahhhh, el DDT, que publicación más buena”.

“Pero hace tres meses usted me dijo que parecía hecha en Miami”. “Coño, Manuel, es que tú no eres dialéctico”.

No se pueden hacer las cosas con miedo. Ya le tocará a alguien quitarlo. A mí es difícil que me quitaran una caricatura. Que me dijeran no conviene, porque si está esto o aquello.

Claro, uno se gana el prestigio trabajando. Te respetan un poco.

-¿El humor verde caracteriza al cubano?

No. Es una parte. El humor se caracteriza por la educación que tengas. Aunque el humor verde, el de relajo, es parte del cubaneo, mucho más que en otros pueblos, no es lo predominante.

Quizás en las conversaciones. Porque el cubano no es un humorista, es un jodedor.

 

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